A través de estas líneas me gustaría contarte que actividades hacíamos y como entró Jesús en mi corazón de una manera hermosa a través de mi primera experiencia como misionera.
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Estefanía Corrales |
En el mes de diciembre, antes de comenzar la misión, nos reuníamos con la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe en donde compartíamos reuniones, retiros y Eucaristías. De a poco nos íbamos conociendo entre todos y creando un clima con mucha alegría. Además, en todo el año nos estuvimos reuniendo para que llegada la misión nos sintiéramos preparados y con el corazón abierto a los demás.
El primer día fue hermoso, sorprendente y se podía ver en cada uno al Espíritu Santo, y me sentí impulsada a llevarla a mi mamá, para que pueda compartir momentos de mucha paz y para que pueda descubrir esa llama que está en su corazón.
En los próximos 10 días desayunábamos y compartíamos el evangelio del día con la reflexión personal. Luego nos dividíamos en parejas y salíamos a predicar la Buena Noticia. Este era un momento en donde escuchábamos a los que necesitaban un oído, hablábamos de temas que a la persona la hacía sentirse bien y con una sonrisa, que personalmente me llenaba el corazón y toda mi alma, porque sentía que estaba acompañando a mi hermano ya sea con una oración o con un ratito de charla.
Después de cada mañana de salir a misionar, volvíamos al Centro y nos dividíamos las tareas y al terminar de almorzar descansábamos un momento por la tarde porque eran días de mucha humedad y altas temperaturas.
En seguida, teníamos un taller de oración en donde hacíamos distintas actividades y nos ayudaba a reflexionar y a encontrar a Jesús de una manera más profunda. Luego, charlábamos y conocíamos un poco más de la Biblia a través de un taller. Todo esto lo hacíamos en un ambiente lleno de alegría, buena onda entre nosotros, escuchándonos y compartiendo momentos que nunca me voy a olvidar.
Al volver a pensar en esa misión me doy cuenta que aprendí mucho de cada uno, que compartieron mis momentos locos y mi vida. Sé que cada católico tiene un corazón abierto y dispuesto a predicar la palabra de distintas maneras con mucha alegría y solidaridad.
Le agradezco cada día de mi vida a Cristo por haberlo descubierto, a la Virgen María porque me acompaña en cada paso como una mamá y a Dolores Sopeña porque me enseñó a cuidar y a comprender más a mis hermanos.
Espero que mi testimonio les haya transmitido felicidad y amor a Dios, que es lo que tengo en mi corazón, y que muchas personas, especialmente jóvenes, tengan la curiosidad de conocer a Jesús como yo lo conocí.
Estefanía Priscila Corrales Galarza.
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