martes, 10 de abril de 2012

"Le agradezco cada día de mi vida a Cristo por haberlo descubierto" Rosario (Argentina)

A través de estas líneas me gustaría contarte que actividades hacíamos y como entró Jesús en  mi corazón de una manera hermosa a través de mi primera experiencia como misionera.

Estefanía Corrales
En el mes de diciembre, antes de comenzar la misión, nos reuníamos con la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe en donde compartíamos reuniones, retiros y Eucaristías. De a poco nos íbamos conociendo entre todos y creando un clima con mucha alegría. Además, en todo el año nos estuvimos reuniendo para que llegada la misión nos sintiéramos preparados y con el corazón abierto a los demás.

La misión fue realizada desde el 2 al 10 de enero en donde nos instalábamos todos los días en el Centro Oscus Ruggero.

El primer día fue hermoso, sorprendente y se podía ver en cada uno al Espíritu Santo, y me sentí impulsada a llevarla a mi mamá, para que pueda compartir momentos de mucha paz y para que pueda descubrir esa llama que está en su corazón.

En los próximos 10 días desayunábamos y compartíamos el evangelio del día con la reflexión personal. Luego nos dividíamos en parejas y salíamos a predicar la Buena Noticia. Este era un momento en donde escuchábamos a los que necesitaban un oído, hablábamos de temas que a la persona la hacía sentirse bien y con una sonrisa, que personalmente me llenaba el corazón y toda mi alma, porque sentía que estaba acompañando a mi hermano ya sea con una oración o con un ratito de charla.

Después de cada mañana de salir a misionar, volvíamos al Centro y nos dividíamos las tareas y al terminar de almorzar descansábamos un momento por la tarde porque eran días de mucha humedad y altas temperaturas.
En seguida, teníamos un taller de oración en donde hacíamos distintas actividades y nos ayudaba a reflexionar y a encontrar a Jesús de una manera más profunda. Luego, charlábamos y conocíamos un poco más de la Biblia a través de un taller. Todo esto lo hacíamos en un ambiente lleno de alegría, buena onda entre nosotros, escuchándonos y compartiendo momentos que nunca me voy a olvidar.

Al volver a pensar en esa misión me doy cuenta que aprendí mucho de cada uno, que compartieron mis momentos locos y mi vida. Sé que cada católico tiene un corazón abierto y dispuesto a predicar la palabra de distintas maneras con mucha alegría y solidaridad.

Le agradezco cada día de mi vida a Cristo por haberlo descubierto, a la Virgen María porque me acompaña en cada paso como una mamá y a Dolores Sopeña porque me enseñó a cuidar y a comprender más a mis hermanos.

Espero que mi testimonio les haya transmitido felicidad y amor a Dios, que es lo que tengo en mi corazón, y que muchas personas, especialmente jóvenes, tengan la curiosidad de conocer a Jesús como yo lo conocí.

Estefanía Priscila Corrales Galarza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario