lunes, 16 de febrero de 2009

Dios me llama para servirle y amarle

“Mi nombre es T.A.L. Tengo 33 años, y escribo este testimonio, principalmente en agradecimiento a Dios.
Hace 2 años que sentí el llamado de Dios en mi vida, para servirle y amarle. Al principio creí que era una locura mia, pero busqué la guía espiritual de un sacerdote amigo, Javier Grosso. Yo le decía que sentía la necesidad de servir por completo al Señor, pero que no me identificaba con ninguna Congregación Religiosa, menos aún si llevaban hábito, porque no había tenido buenas experiencias por lo menos con las que están en mi Provincia. Me olvidaba de decirles que soy Argentina y vivo en San Fernando del Valle de Catamarca. La tierra de la “Virgen del Valle”, una hermosa morena que a todos sus hijos nos cubre con amor maternal. Vuelvo sobre mi vocación, disculpen la desprolijidad de mi narración, pero creo que es importante que conozcan mi origen.
Conversando con mi guía, él puso en mis manos un libro: “Autobiografía de Dolores Sopeña”. Y me dijo “Creo que tienes carisma para formar parte de esta Comunidad religiosa, su característica y lema es la dignidad y fraternidad de los hombres”. Comencé a leer el libro. Lo hice durante todo el verano del 2007 y cada vez más crecía en mí ese amor al Señor y me identificaba cada vez más con Dolores Sopeña. Por su amor a Dios, a su familia, su dedicación a los pobres y excluidos.
Luego, en uno de los encuentros me entregó una carta. Venía de parte de la Hna. Laura Amato, donde me contaba su experiencia de ser Esposa de Cristo y que pertenecía a la Congregación del “Instituto Catequista Dolores Sopeña”. Así fuimos conociéndonos mediante llamadas telefónicas y mails hasta que pudimos encontrarnos. Ella vino a mi casa y compartimos días de mucha alegría. Comenzamos a forjar una hermosa amistad. Luego conocí a la Comunidad de Rosario, a la Hna. Benita y el Señor me trajo a que conociera a las Comunidades de Chile. Cada encuentro, cada palabra, cada actitud de estas hermanas fue acrecentando en mí el amor a Cristo y a mis hermanos y la firme convicción de que ésta es mi vocación. En estos días acabo de terminar unos Ejercicios Espirituales que me invitaron a compartir con ellas, fue una maravillosa experiencia de amor, cercanía y conocimiento de Dios, al sentirme amada por El. El saber qué necesita de mí para hacer presente su Reino me hace muy feliz.
Ahora si Dios quiere vuelvo a mi hogar, a mi casa, para comenzar en marzo como Postulante en la Comunidad de Rosario. Sé que lo que viene costará, porque es el dejar a los míos, mis trabajos, el ambiente al que estaba acostumbrada; pero estoy segura de estar realizando lo que Dios me pide. Siempre resonará en mi corazón la frase que me acompañó en estos días de Ejercicios. “Quédate conmigo, no me abandones”. Esa frase lo dice todo para mí.
Espero que mi testimonio sirva para tantos jóvenes que están en esa búsqueda de Dios, que sienten este hermoso llamado. Les digo que es lo más bello que puede pasarles”.

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