domingo, 7 de enero de 2007

"Descubrí que en mi corazón habitaba Alguien… "

Me llamo Lily, tengo treinta y dos años, nací en Ambato, Ecuador. Mis Padres se llaman Marcelo y Blanquita. Tengo una hermana que se llama Cecy. Mi infancia fue en general tranquila y llena de afecto. Fui educada cristianamente, durante mi vida estudiantil.
Cuando llegué a la juventud, me desvinculé de todo lo que tenía que ver con lo religioso, había perdido valor para mí y más aún cuando la mano del hombre intervenía. Un día decidí que tendría una manera propia de comunicarme con Dios, solo conversaría con
él, ya no rezaría las oraciones de la infancia y no regresaría a misa, era mi propia rebeldía que me duró varios años. En ese tiempo me dediqué a estudiar en la universidad y a trabajar con niños de la calle.
Mi deseo de ayudar a los demás siempre estaba presente y hacía lo posible por vivirlo, porque eso me hacía feliz. En mis tiempos libres, aprovechaba para compartir con mis amigos, me gustaba asistir a eventos culturales, mi vida no tenía un orden y simplemente vivía el momento soñando con quimeras de un mundo con justicia social.
Al final de la carrera en la Universidad, conocí a las religiosas del Instituto Catequista Dolores Sopeña, me llamaron la atención, pues no llevaban hábito y eran muy cercanas. Nos explicaron lo que hacían en la Obra. Junto con una amiga comenzamos a colaborar
en OSCUS. Fuimos conociendo a Dolores Sopeña, cada día me entusiasmaba más con ella y me iba involucrando más en la Obra. En una ocasión nos invitaron a participar en una misión popular, fui con dos amigas por pura curiosidad, no tenía ningún tipo de formación para ello, solo contaba con buena voluntad.
Dios que es tan bueno, se valió de Verónica Améstica, religiosa del Instituto, quien con mucha paciencia nos enseñó a vivir plenamente una misión desde la fe, aunque yo no caía en cuenta.
En ese Jueves Santo, mientras acompañábamos al Señor Sacramentado, ella nos dijo que podíamos conversar con Jesús, eso me llamó tanto la atención, que sin más me encontré contándole al Señor mi vida entera, mis conflictos y mis dudas. Mi corazón parecía que iba a reventar con todo lo que albergaba y poco a poco comenzó a sanar en medio de las lágrimas. Ahí me tocó por primera vez el Señor, terminando esta misión con otra actitud de vida. A partir de entonces, fue cuando poco a poco regresé a la Iglesia.
Continuaba colaborando en OSCUS y comencé a trabajar en el Dispensario Médico, donde el Señor se valió de los pacientes para tocarme de nuevo el corazón. Cuando me enteré que una chica joven iba a iniciar la vida religiosa, me cuestionó la vida entera. Y
me pregunté ¿qué quiere Dios de mí? Aunque me daba mucho miedo, decidí hacer un retiro por tres días para pensar, revisé toda mi vida y descubrí que lo que hacía era bueno, pero no tenía validez si Dios no estaba en mi vida. Le coloqué en sus manos todos
mis errores y pedí perdón, ¡no saben que maravilla es el abrazo de Dios Padre!
Le pedí fortaleza para comunicarlo en mi casa, no sabía cómo iniciaría ni lo que me traería esta decisión, solo notaba que en mi corazón ya habitaba alguien, era el Señor que me motivaba a luchar por mi vocación a pesar de los obstáculos que se presentaban. Fue en medio de las dificultades donde descubrí que no estaba sola, Él era mi ROCA.
Doy gracias a Dios por ponerme personas que me han guiado con paciencia y entrega. Esta opción me ha llevado por un camino inesperado, me ha cambiado radicalmente mi vida y mis costumbres.
Este proceso de crecimiento en la fe, en la vocación ha tenido sus altos y bajos, me ha
demostrado que la gracia del Señor está presente en todos los lugares, en especial en cada una de las personas con quiénes vivo y trabajo. Jesús dibuja los caminos y nosotros somos sólo sus instrumentos.
La vida comunitaria ha sido una riqueza sin igual, venimos de diferentes hogares y países, no es fácil vivir este proceso, pero es posible si cada una va sembrando su semilla para producir un fruto en común.
El tiempo y la convivencia con todo lo que implica, nos va uniendo como una familia, que vive y trabaja por los demás unidas por Cristo.
He gozado mucho con la misión, palpando diferentes situaciones de alegría, de dolor, ¡qué difícil humanamente dar una respuesta!, pero se experimenta un gran consuelo cuando uno ve la acción de Dios en cada uno de ellos. En el poco tiempo que llevo de Instituto, ha sido un regalo trabajar con diferentes personas de varios países y/o creencias, unos más cercanos, otros más distantes pero necesitados de afecto y atención, comprobando que el único idioma que nos une es el AMOR.
Llevo en el Instituto seis años. Puedo decir que antes de ser religiosa fue muy feliz, pero después de experimentar a Dios en mi vida y en mi familia aún soy más dichosa.
Actualmente vivo en Guayaquil, este es mi primer destino, estoy muy a gusto trabajando en la misión que se me ha encomendado. Nunca falta que hacer y por quién pedir, con la confianza de que el Señor sabe lo que más necesitamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario